Es inútil, por más que insista jamás podré llegar. Por más que lo intente una y otra vez, al final, siempre vencerá esta frágil e imperecedera sensación de vacío.
A veces creo que no soy más que un imbécil, a veces no solo lo creo sino que tengo la absoluta convicción de que estoy completamente fuera de la realidad. Confieso que esto antes no me pasaba. Quiero decir: yo disfrutaba de las mismas cosas que el resto de la gente.
Pero un día algo pasó, no puedo precisar qué; no sé si fue alguien, si fueron las lecturas o si es que me di cuenta de que hay cosas que son verdaderas. Lo cierto es que yo ya no soy el mismo. No soy aquel que soñaba con tener una mujer hermosa, dinero y objetos materiales, y todo ese tipo de cosas en donde algunos insisten que se encuentra la felicidad. No soy ese que soñaba con viajar, ni siquiera aquel que se moría por tener éxito.
Algo pasó y hoy mi vida ha cambiado por completo, tanto que algunos de mis antiguos amigos, esos que conocen mi pasado ya no me reconocen. O mejor dicho, insisten con hacerme volver a épocas en las que yo parecía cumplir con todas sus expectativas. Pero ese tipo no solo no existe sino que es incapaz de reírse con las mismas cosas, o de compartir las mismas conversaciones. No solo ha desaparecido, sino que estoy convencido de que este Gastón no les interesa para nada.
Pero yo los quiero y, si bien no comparto muchas de sus ideas, les agradezco que se hayan cruzado en mi camino. Agradezco su amistad, agradezco sus enseñanzas, agradezco sus preocupaciones, agradezco que no me hayan dejado caer; agradezco que alguna vez mi nombre se haya mezclado en su mesa y, de esa conversación, hubiera tenido lugar una inquietud o una sonrisa. Yo los quiero y jamás cometeré el error de exigirles nada, jamás insistiré en hacerles entender que yo ya no soy el mismo.
Pero sí que no lo soy. No lo soy y esto no quiere decir que de pronto me haya convertido en un asocial o que en mi cabeza more la idea de ser distinto. No lo soy y este cambio no busca conformar un modelo, ni pretende hacerle el juego a un sistema que ha transformado a la tierra en un enjambre para encerrarnos dentro junto al ego y el narcisismo. No lo soy y no es que de repente me haya picado algo o entrado un pensamiento raro que me dice que tengo que quedarme solo. No lo soy y a pesar de eso, cuando miro hacia atrás son ellos, mis amigos, los que quiero tener siempre frescos en mi memoria.
Y lo cierto es que siempre tuve la sensación de correr detrás de algo. Algo que desconocía y que, sin embargo, me provocaba una gran curiosidad. Una curiosidad que se hizo cada vez más presente conforme pasaron los años. Porque si algo tienen los años es que no solo atemperan las pasiones sino que, en ellos, el buscador encuentra algo de claridad.
Y entonces un día la vi, vi de qué se trataba esa curiosidad y me decidí a perseguirla. No con la certeza de alcanzarla sino más bien con la ilusión de que corría hacia algo. Hoy no soy más que un tipo que camina detrás de una luz; un hombre que, en ocasiones cree ver algo y en otras, se siente completamente perdido. Alguien que persigue una sombra sabiendo que, tal vez, nunca llegue a alcanzarla…
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