Frente al capitalismo como pulsión de muerte, el fútbol como pulsión de vida, frente a este monstruo que devora y engulle sin piedad, el juego más hermoso como sinónimo de felicidad y de esperanza.
No, no soy un iluso, no soy el que no se entera, no soy ese filosofo que se cayó en un pozo; se perfectamente que el fútbol distrae, sé también que es un gran negocio, un gran negocio capitalista. Lo sé, lo sé todo y a pesar de eso hoy me vuelvo sentir como si tuviera 8 años, hoy me vuelvo a ilusionar como la primera vez que me puse la camiseta Argentina.
Claro que un Mundial de Fútbol no es más que una celebración o una competencia; pero una, que se celebra cada cuatro años y en la que participan países de todo el mundo. Y, justamente por eso, se convierte en un escaparate o en una vidriera internacional en la que los jugadores junto a los hinchas intentan dar lo mejor para dejar bien alto el sentimiento patriótico (sentimiento patriótico bien entendido). Aquí no se trata de mandar a morir a nadie ni de dejar a una madre sin su hijo, sino de utilizar al deporte como instrumento de verdad y de acercamiento. Y vaya que lo consigue, porque en este mes que tiene lugar el encuentro, no solo llama la atención de los futboleros sino de aquellos que piensan que el fútbol no es más que un deporte sobrevalorado. Lo cierto es que, en estas pocas semanas que dura la competencia, el mundo se paraliza; la pelota se convierte en el centro de atención y, como una especie de bola mágica, hace soñar a los aficionados que no paran de pedirle deseos. Porque si hay algo que tiene un Mundial de Fútbol es que, no solo hace que la gente se una, sino que te permite soñar con los ojos abiertos.
Pero también es cierto que la vida sigue y que hay cosas mucho más importantes, que el mundo no está bien y que atraviesa por un momento muy delicado; y, por si fuera poco, ahora mismo, una guerra pretende acabar con la vida de muchas personas.
Lo sé; pero sería un grave error mezclar al fútbol con la incompetencia, sería un gran error manchar la pelota con las bombas; primero, porque no creo que este deporte tenga que ser ensuciado por señores que solo se interesan por el poder; segundo, porque desde que el mundo es mundo siempre hubo retrasados que le dieron más importancia a la muerte que a la vida: el poder acaba por sacar el lado más oscuro del ser humano y entonces ya no hay posibilidad de llegar a un acuerdo, no la hay porque el olor a sangre se expande tan rápidamente que oscurece cualquier intersticio de esperanza.
No, el fútbol no es solo un negocio, es un deporte necesario, tan necesario que, al contrario de la guerra, prueba con hechos que no solo es sinónimo de vida, sino de alegría. El fútbol no es solo un negocio no, porque si fuera solo un negocio, no provocaría que millones de personas se pusieran de acuerdo por un interés común.
La verdad se ve en los rostros, en las caras de las personas que lo viven, en la ilusión de los niños que no duermen, en el esfuerzo de los hinchas que se dejan la voz esperando a que suene el silbato inicial del partido. La verdad se viste de fiesta y, por un ratito, nacionalidades de todas partes del mundo entienden que se pueden mirar a los ojos y ver que no hay nada que los diferencia; que son hombres y mujeres sin más dejándose llevar por un sentimiento, el sentimiento más autentico creado por el hombre.
No, el fútbol no es solo un negocio, y la prueba está en un país golpeado y humilde como el mío, un país que como ningún otro sufre la incompetencia capitalista, o esa necesidad que tienen los poderosos de utilizar como experimento a países estancados o en vías de desarrollo; el fútbol no es solo un negocio, porque también puede convertirse en religión, en la única capaz de combatir el hambre y la mentira; el fútbol no es solo un negocio no, porque en lugar de desilusión y dolor de panza, lo que provoca es que millones de argentinos salgan a la calle para hacerle saber al mundo que cuando juega La Selección, lo primero y más importante, es dejarse la garganta gritando por Argentina.
Frente a este capitalismo de muerte, frente a este Leviatán que no para de crecer pero que ha aprendido a hacerse invisible, el fútbol como respuesta, como pasión, como símbolo de identidad, el fútbol como pulsión de vida…
Creo que el fútbol existe antes que las guerras, antes que el capitalismo, ambas son derivaciones tóxicas del fútbol. Gracias brodel.