No se puede explicar…

Quién lo puede entender si es que yo no lo entiendo, quién lo puede explicar si es que lo que siento es algo inexplicable.

Abrimos los ojos y lo primero que nos regalan es una camiseta, y cuando apenas comenzamos a crecer, nos presentan a la piba más linda, la única que nunca nos va a abandonar, la única que cuando la vida se pone dura nos hace olvidar, olvidar y mandar todo a la concha de su madre.

Y así damos nuestros primeros pasos: dándole patadas a una pelota y yéndonos al piso, cayéndonos una y otra vez hasta que más o menos comenzamos a dominarla. Así vamos, creciendo en un mundo perfecto, un lugar en donde solo se trata de gritar, de gritar como un pequeño fanático y de abrazarte con tu viejo.

Y entonces un día el gen se despierta y comenzás a entender que adónde vas ella te acompaña, te das cuenta de que ese sentimiento no es como cualquier otro, no lo es porque al día siguiente, luego de haber soñado con hacer un gol maradoniano, abrís los ojos y está ella, entre tus brazos, haciéndote saber que solo te quiere a vos, que su amor es incondicional, incondicional porque unos años después te das cuenta de que ese amor es para toda la vida.

No, no se puede explicar, no se puede porque no hay nada que explicar, en el corazón de cada argentino hay un futbolista, un futbolista frustrado es verdad, pero es tan lindo ser argentino que es una frustración maravillosa. No, no se puede explicar, porque mas allá de lo bien o mal que lo haya tratado la vida, un argentino siempre va a ser un romántico, un romántico que le hubiera gustado ser como Messi o como Maradona.

No se puede explicar y, a pesar de esa gran frustración que me lleva permanentemente a la infancia, cada vez que juega La Selección, me vuelvo a ilusionar, me vuelvo a sentir como ese pibe que soñaba abrazado a la pelota…