Después del delirio y al final del partido, los gritos se apagan junto al orgasmo que aún suspira mientras la muerte acecha.
La tierra es como una pelota que gira sin descanso y la vida un regate que en ocasiones retoma el camino hacia la infancia; un salvavidas que manoteo desesperadamente en el naufragio de este océano frio e insensible, un recuerdo que se desdibuja con los años, y que sin embargo, siempre despierta en mi rostro una sonrisa.
Pero pronto todo vuelve a la mediocridad y los pensamientos viciados del presente ocupan el espacio del sueño; una vez más la realidad me sumerge en las preocupaciones, una vez más carga con todo su peso sobre mis espaldas; y entonces es el tedio el que me alerta, es éste el que aprovecha la ocasión y me cuenta al oído de la trampa nauseabunda en la cual estoy atrapado.
La tierra gira y me arrastra, la vida avanza sin que pueda hacer nada por evitarlo; ésta me pone a prueba a cada instante y, como un huracán que avanza firme hacia la costa, amenaza con despedazarme y hacer añicos un montón de ilusiones.
Y es sin dudas la niñez la luz que aflora en los días grises, el refugio que aparece de repente cuando cae la lluvia, la gambeta final que me pone cara a cara con el arquero, el grito de gol y el abrazo interminable, la tarde que corría detrás de una pelota y que, sin saberlo, había descubierto la felicidad…
La niñez, patria perdida.
Buenísimo!!