Últimamente me pasa que siempre que arribo a una conclusión, no transcurre mucho tiempo para que ésta sea arrebatada por otra. Y no es que yo me lo proponga, o que ninguna de estas determinaciones sea cierta. No, nada de eso. Simplemente es que pareciera que mi intelecto, además de poseer un apetito insaciable, es un inconformista por naturaleza.
Y sí que esto me genera una gran insatisfacción. Porque si bien es verdad que me brinda mayores argumentos, éstos en lugar de saciar el hambre, me producen una sensación de vacío. Vacío que no solo incrementa mi confusión sino que, además, me lleva a desconfiar de todo aquello que me rodea.
Sin embargo, tengo que aceptar que hay algo en mi interior que no me permite detenerme. Quiero decir, que me impulsa a buscar una teoría que sustituya a la reciente. A esa que me hizo saltar de la silla y que me puso a la atura de Dios. Porque es realmente así como me siento cuando descubro algo que desconocía.
Por otra parte, no creo que la analogía con Dios sea la correcta. Ya que si bien en cada hombre existe el afán de saber, de saber mucho, no estoy tan convencido de que mi caso particular sea exactamente un deseo por saber sino más bien una aspiración inconsciente por liberarme. Por salirme del dispositivo. Y es justamente en ese momento cuando la confusión se hace mayor. Porque salirse del dispositivo es, entre otras cosas, volverse consciente. Consciente de que uno es un Dios en sí mismo.
Y lo cierto es que cada vez estoy más convencido de la inutilidad de mi empresa. Lo estoy porque sé que mañana vendrá otro erudito a seducirme con sus teorías. Lo estoy porque he llegado a la triste y desalentadora conclusión de que los eruditos están tan perdidos como yo.
Y lo están porque sus dudas parten de este universo fenoménico al que fuimos haciendo cada vez más complejo y menos habitable. Lo están porque no solo han sido incapaces de desapegarse sino porque aún no han vencido la batalla con el ego. Lo están, porque dicen ver el problema de la humanidad y, aun así, se resisten a ser los primeros en dar el primer paso.
Estoy completamente perdido. Mi amor por los libros no solo amenaza con llevarme a un abismo irreversible, sino a perpetuar esta condena de la que mi alma lleva siglos intentando liberarse…
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