Patético…

El hombre es conciencia nos dice Gurdjieff; él nace consciente pero el mundo lo atrapa rápidamente y en unos pocos años toda esa fuerza del comienzo desaparece; en apenas unos años, ese poder que vemos en contadas ocasiones en algunas personas, es aniquilado por un sistema que no nos ve como seres humanos sino como objetos funcionales con una duración determinada. Por eso ese constante machaqueo, por eso esa rapidez por controlar nuestra subjetividad, por eso la trampa de hacernos creer que somos seres libres, cuando esa libertad no es más que un disco rayado que se pone en funcionamiento una vez que salimos del útero materno. El gran maestro armenio nos diría que la libertad consiste en recuperar la conciencia y que para eso debemos seguir sus enseñanzas o introducirnos en el Cuarto camino. Sin embargo, hoy el mundo es incapaz de aventurarse en una proeza semejante, porque la sociedad de hoy lleva años recibiendo información que no solo la ha apartado del camino sino que ha aniquilado todos y cada uno de los caminos. No hay camino. Y como bien diría Oswald Spengler atraviesa por un periodo decadente. Por eso yo digo que hay otra opción, una que no es una doctrina sino más bien está relacionada con una palabra; una palabra que surge una vez que nos detenemos por unos instantes frente al espejo. Y esa palabra es: Patético.

Patético es nacer en un mundo que desde el primer instante me impone sus reglas; patético es abrir los ojos y descubrir que nunca debí haber salido de la pansa de mi madre.

Patético es que tu madre pronto te meta en la cabeza todas esas cosas que no pudo hacer y que tú te veas obligado desde muy pequeño a cargar con esa mochila tan pesada; patético es que tu padre en lugar de hablarte todo el tiempo de futbol no te dé un trato más inteligente.

Patética es la escuela cuando se convierte en una institución fundamentalista; patética es la maestra cuando enseña algo sin saber lo que está enseñando.

Patética es la iglesia que ya no sabe más que hacer para sostener la mentira; patética es la religión cuando nos dice que todo es una cuestión de fe.

Patético es crecer en un mundo en el que desde muy pequeño soy tratado como un estúpido; patético es no darse cuenta que le importamos un bledo.

Patéticos son los políticos que luego de la mentira se van tan panchos a su casa; patéticos son todos estos panqueques aunque hagan un esfuerzo sobre humano por disimularlo.

Patético es el profesor de universidad cuando intenta desresponsabilizarse; patético es el alumno cuando no le arroja un zapato en la cabeza.

Patética es mi novia cuando me cuenta que el novio de Juanita le regaló un collar de Swarovski; patético soy yo cuando voy y hago lo mismo.

Patético es mi jefe cuando pretende hacerme creer que su empresa es también la mía; patético soy yo cuando trabajo sin descanso por el mismo sueldo. 

Patético es Carlos cuando en lugar de valorarse se traiciona constantemente a sí mismo; patética es Susana cuando en lugar de cuidar de su pareja mantiene un idilio con sus perros.

Patético es el hombre que no entiende que la vida pasa y que aceptarlo es un acto de madurez; patética es la mujer que en lugar de encontrar su lugar sigue comportándose como una adolescente.

Patético es que un gobierno se empecine en sostener una tradición rancia y pasada de moda; patético es que un grupo de hombres y mujeres alcen pañuelos blancos para celebrar la muerte.

Patético fue el poeta inglés que sostuvo la idea de que Dios gobernaba el universo de modo monárquico y que esta forma de gobierno es la mejor para la humanidad; patéticos son aquellos países que parecieran sostener esta absurda falacia.

Patético es el fanático y la fanática; patético es vivir en una sociedad que ha perdido la cabeza.

Patético es este mundo que nos hace creer que otra alternativa no puede ser posible;  patético soy yo que, en lugar de reaccionar, me dejo robar la esperanza…

Un comentario en «Patético…»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *