Palabras retenidas…

¿Cuántas veces actúas de una manera cuando en realidad podrías actuar de otra, o cuántas otras encuentras una excusa para evitar una palabra o te la guardas por creer que eso no es necesario? Y si bien la mayoría de las veces actuamos inconscientemente, es la razón la que suele intervenir cuando tomamos decisiones importantes. Sin embargo esta tampoco escapa al dispositivo.

A pesar de eso, una y otra vez, la vida se revela ante nuestros ojos para hacernos saber que no hay nada de original en eso que pensamos hacer, o en eso que pretendemos decir. Pero aun así, en lugar de serenarnos y escuchar esa voz (que lo ha visto y lo ha experimentado todo), continuamos hacia delante ignorando su generosidad y nos hacemos esclavos de ese idioma que lo único que pretende es convertirnos en fanáticos.

Tal vez porque lo que ignoras es la huella, esa huella que nos antecede y que al mismo tiempo nos incomoda, poniéndonos en una situación casi antinatural; digo casi porque lo absurdo parece haber infectado cada una de nuestras células y porque lo natural no se trata de una convención ni de algo que hayas aprendido, lo natural solo se revela en nuestro acercamiento hacia el otro, hacia ese otro que nos interpela pidiendo que lo rescatemos, hacia ese otro que hace posible comprender el camino hacia lo infinito.

Lo que ignoras es que tu silencio no es solo una palabra, o un vocablo retenido a las puertas de tu boca, tu silencio es mucho más que eso; tu silencio es prisionero de un lenguaje que se apodera de ti una vez que te decides a vivir esta experiencia, tu silencio es víctima de éste facha recalcitrante que rápidamente asume el control de todas y cada una de tus palabras.

Y es así como vamos, tragando expresiones que tienen su lugar fuera y no adentro, haciendo de nuestra digestión un proceso antinatural y disgustoso, un sitio donde las palabras están retenidas dentro en lugar de vivir fuera; fuera cantando, fuera bailando, fuera flotando y haciéndose eco. Fuera porque es ahí donde tienen la posibilidad de propagarse y hacer de la atmosfera un lugar distinto. Fuera porque es ahí donde el mundo se hace conciencia.

Sin embargo en estos tiempos que corren la originalidad no es algo que pareciera tener demasiada importancia. El lenguaje no solo es incapaz de comunicar sino que nos ha transformado a todos en fanáticos: fanáticos de la vida, de la libertad, de la tolerancia; fanáticos del amor, de la estupidez. Fanáticos. Fanáticos que de lo único que nos preocupamos es de trabajar. Y como estamos tan ocupados en nuestras grandes responsabilidades no notamos que, con cada digestión que hacemos, se mueren las palabras que nunca tuvieron la posibilidad de nacer…

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