Libertad de perros…

Vivo con miedo, la información no hace más que confundirme y la pandemia se muestra como la mejor excusa para cerrarme la boca. La mascarilla en lugar de impedir el contagio parecería que persigue otro objetivo: una meta que lleva a cientos de elucubraciones y a ninguna respuesta.

Vivo amenazado, arrinconado por un mundo que, lejos de cobijarme mira para otro lado; un mundo que en lugar de encontrar soluciones reales, se divierte construyendo muros y avivando nacionalismos. Y como no se cansan de repetirme que soy libre, asumo esta libertad impostada que tiene como único fin la muerte del aburrimiento y la fluidez de la economía. Esa economía que ha pasado a ocupar todos los sectores de mi vida.

Pero este esfuerzo empecinado en normalizar y hacer de la sociedad hombres y mujeres obedientes, ignora que la libertad no conoce ningún lenguaje; que por más que haya personas que sigan insistiendo con la idea de hacer de la tierra un paisaje de sombras, ella aprovechará cada hendija o cada espacio para entrar y tocar mi puerta.

Sin embargo, nada parece entrever que las cosas mejoren, el mundo atraviesa por un periodo de incertidumbre y este destino que me toca vivir amenaza con hacerme entregar eso más valioso. Algunos gobiernos ponen a prueba la solidaridad, otros utilizan la pandemia para consolidar la obediencia. Están los que intentan disimular, y están esos que desde un comienzo dieron muestras de que les importaba un pepino. El país donde nací por ejemplo: ha tenido la maravillosa idea de utilizar el virus como antídoto contra todos los males.

Y si bien la muerte es real y puede tocarle a cualquiera, la información en lugar de aclarar pareciera no hacer más que acrecentar la incertidumbre. La incertidumbre de una sociedad que ya no tolera el dolor porque éste, desde hace tiempo, ha dejado de formar parte de la vida. Pero lo cierto es que la libertad es un don natural y no algo que tenga que agradecer a ningún mandatario. Y como nací libre, nadie puede, por más autoridad que tenga, ponerme un bozal como a esos perros peligrosos, para cerrarme la boca…

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