Inexorable destino…

Abro los ojos azorado por una poderosa inquietud y, envuelto en esa súbita confusión, me dejo llevar por la indiferencia de la mañana.

Sin detener el paso, preso del automatismo, me entrego a las primeras imágenes del sueño que afloran con timidez en mi cabeza. Y a pesar de creer advertir la intención de una de ellas, el tiempo, en lugar de ponerse de mi lado, avanza con displicencia, ajeno a todo lo que ocurre a su alrededor, despreocupado por las cosas que le afectan a los hombres.

Sin embargo, una vez más el ensueño me devuelve su rostro, viene hacia mí y transforma el murmullo de la mañana en una melodía equilibrada y dulce; deja a un lado el desasosiego y permite que sus rasgos de doncella me atrapen.  

Y entonces, ya no me queda más remedio que aceptar el trágico e inexorable destino; que vaya a saber por qué extraño motivo, ha grabado su imagen en mi corazón, como se graban las marcas que ya no se pueden borrar…

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