Enigma…

Hay una conexión entre el hombre y la naturaleza que traspasa la línea de lo racional. Es un pulso que se filtra en la oscuridad y que va más allá de lo que conocemos. Es un grito que paraliza a la muerte y entonces surge eso que llamamos milagro. Pero es también una energía, un brío, una voluntad, una fuerza que nos atraviesa y que tiene su origen en un pequeño átomo. Un pequeño átomo que al calentarse provocó un gran estallido. Entonces la oscuridad se llenó de color y el universo comenzó su carrera. Los primeros planetas tuvieron lugar y las estrellas fueron las grandes hacedoras de este mágico proceso. La creación fue tomando color y poco a poco la tierra, ese planeta redondo del que los hombres formamos parte, se fue llenando de llanuras, de montañas, de mares y de ríos. Pero esta manifestación de alegría no acabó ahí sino que las estrellas continuaron explotando y haciendo ruido hasta que de las entrañas del océano tuvo lugar la vida. Luego el misterio quiso darnos la forma que tenemos y desde entonces no somos más que caminantes. Caminantes perdidos a lo largo de la tierra. Hombres y mujeres viviendo una experiencia única e irrepetible.

Y lo cierto es que fue esta misma voluntad la que un día nos impulsó a crear una lengua, la que despertó la necesidad de los primeros hombres a identificarse con algunos animales de forma simbólica; y en donde el mito fue vital para entender distintos fenómenos que no podían ser comprendidos de forma racional. Fue esta misma fuerza la que hiciera posible el antropomorfismo que, más tarde, se transformaría en la base de la cual partirían la mayoría de las religiones. Pero sin duda, fueron los primeros filósofos los que intentaron encontrar una respuesta; fue el amor por la sabiduría lo que estableció una pulseada que se mantuvo viva por varios siglos, hasta que del vientre de ésta surgió la ciencia para demostrar con hechos aquello que la religión era incapaz de sostener.

Sin embargo y a pesar del triunfo acabado de la ciencia, a pesar de los avances tecnológicos que nos permiten sumergirnos cada vez más en las profundidades del cerebro humano, o indagar en las entrañas de esta inabarcable esfera cósmica, esta niña sabelotodo que un día puso en dudas las palabras del todo poderoso, aún hoy, es incapaz de resolver el enigma; ese que surge cuando la vida parece desvanecerse, ese que irremediablemente nos lleva a la huella, al segundo antes en que tuvo lugar la gran explosión… 

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