El loco…

El mundo es una acuarela opaca y sombría, en la que rostros timoratos y miserables se esfuerzan por diferenciarse, por hacerme saber que yo no soy como ellos, que mi mundo es el inframundo y que nada de lo que diga podrá ser usado en su contra.

Pero yo no les presto atención sino que me rio de ellos en su propia cara. Porque el mundo o esa bola de estiércol que han creado no es más que un esfuerzo inútil, una energía absurda que se aprovecha de la fe humana para seguir tratándonos como idiotas. Se aprovecha de la docilidad humana para hacernos creer que somos seres libres unidos a un proyecto, y esta mentira solo se hace evidente cuando ponemos en riesgo nuestra vida.

Algunos dicen que estoy loco, otros no lo dicen, pero lo piensan. Y en verdad a mí eso ya no me preocupa, y en su lugar los compadezco. Sé de su dolor porque yo también estuve atrapado. Sé de su sufrimiento porque yo también supe lo que es convertirse en una cosa; y supe también que es el amor en estos tiempos posmodernos. Lo supe todo, hasta que un día un pequeño niño africano, descalzo y con la mirada perdida, me hizo entender que no había aprendido lo suficiente.

Pero el género humano casi en su totalidad ignora que el rostro es como un pétalo que se resquebraja, una amapola frágil que vive o muere según el interés que mostremos en regarla, en cuidarla, en alimentarla; la mayoría de los hombres desconoce que a nivel fisiológico la evolución nos ha favorecido, ya que al perder el bello que nos recubría la piel, hizo posible que quedaran al descubierto todas nuestras carencias, todas nuestras debilidades, todas esas muestras de imbecilidad que convierten al género humano en un ser vacío y patético.

Y entonces, entre tanta mediocridad y sin sentido, entre tanta estupidez y palabrería, surgieron personajes que han decidido apartarse, locos que pensaron en el futuro y entendieron que el mundo caminaba hacia el borde del precipicio, mentes que en lugar de explotar, decidieron aislarse para encontrar un poco de alivio a esa certeza que los atravesaba.

Los hubo políticos y religiosos, los hubo intelectuales y hombres de ciencia, los hubo artistas de todos los tipos y sobre todo los hubo escritores y poetas; pero también los hubo anónimos, hombres que la historia ha ignorado y que sin embargo, al igual que los anteriores, tenían algo en común: amaban la vida.

Algunos piensan que estoy medio loco, tal vez porque me ven un tanto huraño o demasiado apegado al silencio; otros en cambio no lo piensan sino que lo afirman e insisten en condenarme sin ningún reparo. Pero lo que la mayoría de la gente ignora es que son estos últimos –estos cuerdos que abren la boca con desdén y petulancia– los que haciendo uso de la razón, han llevado al mundo casi al borde de la catástrofe…

Un comentario en «El loco…»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *