Delirio o realismo delirante…

En primer lugar debo decir que la historia nos la han contado mal, o decir que todo no fue más que un gran mal entendido. Porque si hay una verdad, esa es que la confusión es una palabra real, y hoy estamos completamente confundidos.

Pero bueno, nosotros, quiero decir los hombres de a pie, somos los menos responsables en este asunto. Porque la responsabilidad recae, sobre todo, en aquellos que han tenido la posibilidad de tomar las decisiones. Esos seres nefastos que a lo largo de la historia se han disfrazado de distintas formas hasta llegar entender que el verdadero poder reside en la invisibilidad. En hacernos creer que no están cuando solo basta con decir algo cerca del teléfono para comprobar que están por todas partes. El Big data es el mejor ejemplo de ello y lo más terrible es que su principal objetivo no pasa solo por saber lo que decimos o lo que hacemos con nuestra vida sino por manipular el pensamiento colectivo.

No somos libres, o mejor dicho, somos libres porque el sistema ha decidido que de esta forma la comunicación es más efectiva y la economía tiene más posibilidad de penetrar en nuestra vida. Así, casi sin darnos cuenta, la sangre se hace cada vez menos espesa y su color más parecido al color del dinero. O para decirlo mejor, la libertad ha perdido su carácter real y se ha convertido en un instrumento de poder.

Pero antes de proseguir debemos entender que hay una historia y que esa historia nos la han contado mal. Que Alejandro y Napoleón, solo por citar algunos nombres, no eran héroes o conquistadores sino más bien unos salvajes. Que a la Iglesia siempre le importó un pepino la vida y que si se hizo grande no fue por amor al prójimo sino porque desde su comienzo entendió al hombre como un gran negocio. Que la mujer ha sido la primera víctima y que este hecho fue, tal vez, la razón de que hayamos insistido con la violencia en lugar de encontrar un camino más provechoso. La historia nos la han contado mal porque el poder tiene la facultad de decir lo que se le da la gana. La historia solo son textos, textos que pueden manipularse y reproducirse hasta el infinito con el único objetivo de que uno se los crea. Y eso fue lo que exactamente pasó. Estos textos se reprodujeron tanto que pronto comenzamos a creer en todas esas cosas que decían de nosotros. Y al final, lo consiguieron.

Y lo cierto es que todo comienza con un hecho puntual: el traspaso del cazador recolector al agricultor. Antes de que eso tuviera lugar no existía el concepto de tiempo, tampoco el de historia. Porque a los hombres y a las mujeres de aquella época solo les interesaba vivir. Vivir y hacer el amor como conejos porque ya entonces creían que la guerra era para los retrasados. Pero un día se les ocurrió darle un valor a la tierra y esa manera de entender la vida cambió: no solo tuvo inicio la historia sino que a partir de entonces la abundancia dejo de ser una forma de entender la vida. El manantial se convirtió en un río de sangre y de la abundancia se llegó a este homo pelotudus en el que nos hemos convertido.

El delirio es entender el mundo al revés. O al contrario de cómo lo entiende el dispositivo. El delirio no es una palabra nueva, sino que es tan antigua como la palabra amor. El delirio es también esperanza. Esperanza de que aquellos delirantes que un día supieron disfrutar de la abundancia, vuelvan a conquistar la tierra…

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