Cuenta regresiva…

Estás tardando, el tiempo no espera y tu corazón está impaciente; la vida tiene lugar en todas partes pero tú, aún, no has encontrado tu sitio; el universo jamás ha dejado de manifestarse y sin embargo tú, continúas ahí, ciego.

Estas tardando, te esfuerzas por llevar una vida normal, pero un cosquilleo interno te dice que nada es lo que parece. La rutina lleva años al mando del timón pero, al igual que la mayoría, ignoras que tu interior es como un mar en calma permanentemente observado por los ojos de la tormenta; un tsunami agazapado capaz de atravesar islas enteras, incluso pueblos y países.

Estás tardando, quizás este sea un buen momento para hacer ese viaje que deseas o tal vez ha llegado la hora de cortar con esa mujer o ese hombre que te tiene hasta los cojones. Te estás demorando, tu tiempo se acaba y esta es una cuenta regresiva, estos son los últimos segundos que tienes para poner en funcionamiento toda la maquinaria.

Porque el hombre es una epifanía mágica y asombrosa, un caminante infatigable movido por su voluntad; un animal domesticado que sufre. Que sufre por vivir en un mundo que lo acorrala y lo desconcierta. 

Y es así como tienes que verlo, es así como ahora mismo debes quitarte esa ropa ajada y vestirte con otros colores, agarrar el teléfono y llamar a esa persona que desde hace tiempo ronda en tu cabeza; buscar a tus padres, tu pareja, tus hermanos, tus amigos y decirles mirándolos a los ojos que ellos son lo más importante; como debes dejar ese trabajo que te agobia y no pensar en el futuro. Porque el futuro no es más que una ilusión, una quimera, un horizonte líquido que se te escapa de las manos; una palabra etérea que se evapora en el viento. 

Debes dejarte llevar por tu instinto y acercarte al espejo, mirar a ese otro yo que desconoces y quedarte detenido por unos segundos, unos minutos si hace falta; debes dejarte atrapar por el cristal y al tiempo que tu mirada se congela, notar como una voz te susurra en los oídos: “no existe el mañana, sólo existe el presente atravesando tu interior como un río vivo y caudaloso”.

Y entonces sentirás como la sangre se revoluciona, como una súbita sensación de felicidad corre por tu cuerpo, como por primera vez en tu vida, la libertad te mira a los ojos…

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