Abrir los ojos…

Soy un esqueleto cartilaginoso recubierto por una piel hecha de imperfecciones que se multiplican con el paso del tiempo. Avanzo arrastrado por una fuerza que desconozco, en busca de algo llamado felicidad. Pero cuando al fin creo encontrarla, noto que esta sensación es efímera y, entonces, una vez más me dejo arrastrar por ésta vitalidad misteriosa, sin oponer ninguna resistencia.

A pesar de eso y de mi notoria fragilidad, a pesar de eso y de mi limitada composición, a pesar de que no soy más que un ser patético e indefenso, a pesar de eso y de muchas otras cosas, siempre tengo la posibilidad de detenerme, de pensar, de girar la cabeza, de mirar hacia adelante, siempre puedo ver el sol acariciando los árboles, o reparar en las formas de las casas, siempre puedo disfrutar de la soledad, del silencio; siempre puedo salir a la calle y reparar en la diversidad de los rostros, o hablar con aquellas personas que jamás supe que estaban ahí, a mí lado; o simplemente, detenerme en una esquina y cerrar los ojos, y desde allí, oír el murmullo que me conecta con el barrio y con todo lo que me rodea. Y ya cuando el día se apaga, ser testigo de esa transformación que pone a la luna en lo más alto para que, una vez más, alimente cada uno de nuestros sueños. A pesar de todo eso, además, siempre tengo la posibilidad de aburrirme o no hacer nada, o incluso preguntarme, ¿por qué todo lo que hago tiene que tener una finalidad o servir para algo?

Pero sin embargo, nada de eso ocurre y continúo la carrera persiguiendo aquello que nunca elegí, o insistiendo con algo que una vez alcanzado se desvanece muy rápidamente. Nada de eso ocurre y en  lugar de mirar las cosas que están a mí alrededor, las cosas de verdad, las que siempre estuvieron ahí, en lugar de eso,  me empecino con una meta que no es la mía.

Y entonces, cuando al fin logro darme cuenta, o soy capaz de abrir los ojos, descubro que ésta voluntad jamás ha dejado de avanzar y de manifestarse, descubro también que yo ya no soy el mismo, no solo he perdido la fuerza sino que, además, he perdido el coraje que todo hombre necesita para revelarse…

Un comentario en «Abrir los ojos…»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *