Cordura…

Insisto, el viaje es un salto dionisiaco, la decisión un tiro en la oscuridad. No hay garantías pero tú elijes: puedes seguir siendo parte de la mentira o puedes decidirte por la verdad. Y la verdad es que nadie, absolutamente nadie tiene el poder de garantizarte el instante que viene; nadie porque no eres más que un cuerpo que solo vive en el presente. Insisto, descarta todo eso que te preocupa y relájate por un momento, luego cierra los ojos y déjate llevar por ese ente superior que mora en ti. Entonces el silencio tendrá lugar y poco a poco las imágenes que te amenazaban irán desapareciendo, la serenidad llegará y, a continuación, pregúntate si quieres salvarte; quiero decir, liberarte y dejar de pulular eternamente arrastrando con la ignorancia y el miedo. Y una vez llegado a este punto, recién ahí, entenderás que tu fortuna reside en habitar en un cuerpo humano capaz de pensar y no en el de la serpiente que confunde su cola con la de otro animal y acaba por comérsela.

Deja entrar la cordura y convéncete de una vez que el miedo no te pertenece; no te pertenece porque es irreal y al ser irreal no está dentro de ti sino que habita en el exterior como un fantasma discreto y silencioso que aprovecha la más mínima oportunidad para exhalar su aliento deletéreo sobre tu cuerpo hasta convertirte en un organismo hinchado y vacilante que apenas siente deseos de moverse. Porque eso es en lo que te transformas cada vez que sientes miedo: un cuerpo obeso y pusilánime que lo único que hace es engordar con la basura que produce el sistema.

Y como no eres más que una masa obesa y azucarada no te arriesgas; no te arriesgas y te conviertes en un hombre o en una mujer que no se pregunta nada; y si lo haces, es solo para terminar convenciéndote de que la única verdad es aquella que vienes escuchando desde que eras un niño: estudia una carrera que te de dinero, búscate un trabajo, conoce a un chico o a una chica buena, cásate y forma una familia.  

No, no me equivoco y aunque te creas que ya no vives en el mundo de tus padres o de tus abuelos, esta idea sigue siendo la misma. La misma porque tú no eres más que el resultado de un orden implantado desde hace varios siglos. La misma solo que, ahora, la libertad es utilizada para que te creas que las decisiones que tomas cada día son tuyas. La misma y, a pesar de que la educación o tus determinaciones pretendan hacerte pensar lo contrario, estás tan amarrado como en los tiempos de la colonia.

Insisto, tú eliges: puedes seguir pretendiendo ser un mierda esnob y vanidoso como esos tipos de Hollywood que has idealizado o puedes elegir la cordura y ser tu mismo; puedes continuar siendo parte de la mentira o lanzarte a conquistar esa verdad que vive dentro de ti y que, sin embargo, no ofrece ninguna garantía más que la de estar absolutamente convencido de estar vivo…