Unos pétalos rojos…

Ayer una mujer me entregó unos pétalos rojos en la mano. De esto hay testigos; varios testigos que al igual que yo se vieron muy sorprendidos. La conversación estaba algo animada y de pronto el silencio. El silencio que no solo se impuso en la mesa sino que se extendió a cada uno de los rincones del bar provocando un largo vacío.

 Aunque a decir verdad, yo más bien me quedé paralizado. Hace tiempo que he dejado de ser un Don Juan y esta situación me tomó con las defensas bajas. No solo no es muy común que alguien se te acerque sin anunciarse sino que no lo es cuando te encuentras en posesión de algo que no esperabas.

Y sí que me tomó algo desprevenido, sí que removió en mi cuerpo una aluvión de sensaciones que hacía tiempo no experimentaba; sensaciones que pretendieron despertar a ese solitario que soy y que tal vez, inconscientemente, como la mayoría de las personas busca vivir algo especial o enamorarse. Y no es que el hecho de cargar con algunos años pretendiera confundir aun más las cosas. Aquí no había nada que pudiera llevar a una confusión, no la hubo porque era evidente que esa mujer rompió con la seguridad que hasta entonces tenía.

Lo cierto es que cuando levanté la vista su imagen borrosa se alejaba sin mirar hacia atrás, como una ninfa asustada en un bosque de cemento. Y entonces, preferí dejarla marchar por miedo a que el encanto se rompa; preferí contener el impulso y, en su lugar, acompañarla con la imaginación atravesando coloridos jardines; preferí aferrarme de su mano y desde lo alto buscar la complicidad de los árboles para evitar que la luz pudiera interrumpir la irrefrenable y maravillosa manifestación del deseo; preferí, no cometer el error de levantarme de la silla y romper ese hechizo que, por un momento, me hizo pensar que los pétalos rojos tienen el poder de transformar todo lo que tocan…

Un comentario en «Unos pétalos rojos…»

  1. Me gusta mucho por dos razones: Está muy bien escrito y la otra, es que se percibe la incertidumbre con el final abierto.
    Me alegra rendir nuevamente tus publicaciones. No dejes de hacerlo. Desde tu lejana Buenos Aires te seguimos esperando. Abrazo fraterno y ¡Adelante!

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