Mutación…

Acababa de copular y rugió tan fuerte que el ruido se transformó en un sonido poderoso. Acababa de amar y sintió ganas de compartir esa felicidad y la transformó en un abigarrado estallido. El universo que por entonces no era luz sino más bien nada, despertó de pronto, para romper con la oscuridad y hacer de ese silencio, un eco estridente y magnánimo del que nacía la palabra amor.  

Así estuvo este ardiente león durante muchos años, rugiendo y amando, amando y rugiendo hasta construir el mundo a su imagen y semejanza; así pasó las noches soñando y cada uno de sus sueños era el resultado del asombro que parecía brillar por todas partes, cada uno de ellos, era la manifestación de una sensación dulce y embriagadora.

Hasta que un día, no conforme con ello, se le ocurrió rugir más fuerte y de ese impulso maravilloso que pareció dejarlo sin aliento, tuvo lugar el gran suceso; de ese deseo vital y tan necesario, tuvo lugar la obra del artista más prodigioso: La vida.

Misteriosamente y por razones que nadie puede explicar, esta fuerza tan poderosa que un día pareció alcanzarlo todo, desapareció sin dar previo aviso; algunos dicen que lo vieron corriendo sin rumbo por la extensa sabana, otros que lo vieron con la mirada abatida en lo alto de un acantilado; hay quienes comentan que en ocasiones suele descansar al pie de una Acacia, triste y con la cabeza apoyada en la hierba. Pero hay alguien que afirma, que lo vio en el patio de su casa, no ya con el brío de los viejos tiempos, sino que su aspecto había mutado al cuerpo de un tímido y acobardado ratón…

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