En ocasiones el lenguaje se tergiversa y nos quedamos patinando en luchas que no justifican la urgencia que si requieren otros temas. Temas que hacen a nuestra realidad y que no vemos por estar atrapados en un mundo que tiene por principal objetivo distraernos. Y entonces pasa que nuestra energía se dispersa y un día se nos ocurre pelearnos con la RAE. Perdón, sin querer he utilizado un eufemismo. El lenguaje siempre se tergiversa. De hecho lo viene haciendo desde hace varios siglos. No olvidemos las palabras de Foucault: a través del lenguaje se normaliza.
Sin embargo hay personas que, si bien están dentro del dispositivo, entienden que con decisión y valor el dispositivo puede transformarse. El dispositivo en el que estamos inmersos cada uno de nosotros. El dispositivo que nos hace entender el amor. El dispositivo que nos hace entender la realidad y todas las cosas tal y como las conocemos. El dispositivo que pretende confundir el arte con la muerte. La muerte de un toro mal llamado bravo que bien criado no es más que un animal dócil como lo puede ser un perro.
Pero sí que es verdad que la mayoría de los que tienen la obligación de reaccionar no lo hacen; y si no lo hacen no es porque no puedan, sino porque no son ellos los que cargan con el sable que los convertiría en matadores; tampoco porque se nieguen a aceptar la verdad, sino porque hacerlo significaría arriesgarse a perder sus privilegios. Si no lo hacen no es porque formen parte de una casta de inconscientes, ni porque de pronto su sangre se vea atrapada por la tradición, sino porque prefieren aceptar una carnicería o seguir siendo vistos como retrógrados a quedarse sin trabajo. No lo hacen porque, al igual que la mayoría, no tienen la intención de cambiar nada, sino más bien de seguir sumergidos en un océano de hipocresía.
Mis respetos a la alcaldesa de Gijón, una mujer con la energía puesta en la urgencia de los tiempos que corren.
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